MONTE LIRIO es una empresa de fabricación de pastas secas que nació como una idea de Jorge y Elsa y se desarrolló gracias al trabajo, compromiso y pasión de toda una familia. Sufrieron un incendió y las crisis de los últimos 40 años. Hoy, la tercera generación está tomando la posta de la empresa. La marca produce en su mayoría productos laminados con huevo fresco de la más alta calidad que hacen que el crecimiento sea sostenido y perdurable.
EMPEZAR DE LA NADA
Jorge llegó al pequeño pueblo de Carboni, Buenos Aires, con tan sólo dos meses. Sus 5 hermanos y sus padres eran parte de los escasos 200 habitantes de la localidad y juntos montaron una carpintería familiar para subsistir. Allí aprendieron el oficio al mismo tiempo que crecían e imaginaban un futuro de aprendizaje y progreso en la ciudad.
Pasó el tiempo, los pequeños se hicieron adultos y un día la madre de Jorge recordó que tenía un pariente lejano en el sur del Gran Buenos Aires que fabricaba pastas frescas. Hasta su encuentro fue uno de los hermanos para interiorizarse acerca de cómo era ese negocio. Una vez adquiridos todos los conocimientos, se compró toda la maquinaria necesaria, se instaló en Chivilcoy y montó la primera fábrica de fideos de la zona, la cual tuvo una fuerte aceptación y un éxito que contagió rápidamente a los hermanos.
EMIGRAR PARA CRECER
Jorge y Elsa, que se habían enamorado cuando eran adolescentes, fueron quienes más se entusiasmaron con la idea de fabricar comida y, luego del nacimiento su hija Haydé, decidieron mudarse a Lobos e instalaron una despensa que elaboraba pastas frescas. “Fueron 25 años en Carboni y nos fuimos con mucha pena porque dejábamos amistades muy queridas, pero eran más fuertes las ganas de progresar. Los dos nacimos para ser algo en la vida” recuerdan ambos con nostalgia.
Con los años consiguieron un local más grande en el centro de la ciudad y pusieron una rotisería y pizzería que los hacía trabajar a tiempo completo, de lunes a domingos, debido al éxito que tenía. “Era una de las pocas que había en Lobos y teníamos un surtido muy amplio de comidas que nos demandaba muchas horas de producción”.
Así pasaron casi 9 años sin tener prácticamente días libres ni tiempo de ocio hasta que Elsa le insistió una y otra vez a Jorge para empezar a producir fideos secos, como venían haciendo sus hermanos de Chivilcoy y, de esa manera, empezar a disfrutar más de la vida en familia. “Mi esposo no estaba muy convencido pero yo estaba muy agotada de hacer todo e insistí en poner la fábrica”.
En esa nueva etapa, los hermanos decidieron sectorizar las ventas para que cada uno pueda sacar provecho de su negocio en un lugar determinado y previamente acordado para no perjudicar el comercio del otro.
DE UN GARAGE A CASI TODO EL PAÍS
“Teníamos un garage para dos autos y con ayuda de mi hermano hice un secadero para producir 500 paquetes por día que era algo que no se hacía hasta ese momento en Argentina. Ahí, con 17 años se sumó Carlos que era el novio de mi hija”.
Desde el inicio de su emprendimiento fue Jorge quien día a día cargaba la mercadería en su camioneta y salía a la ruta 3 a vender. Para su sorpresa, una mañana, paró en un mayorista, se presentó y con una breve charla logró que quieran comprar todo lo que llevaba. “Todavía no alcanzo a comprender la suerte que tuvimos porque caímos justo ahí y vendimos todo. En ese momento no había teléfono y me vine ‘como tiro’ para contarle a mi familia. Fue una alegría terrible”.
Ese fue punto de despegue y ahí mismo pensaron en armar otro secadero que alcance para tamaña producción. Sin embargo, en su mejor momento apareció un imprevisto que los hizo desanimarse y los llenó de gran dolor. Una manguera de gasoil se desprendió e hizo que el garage arda en llamas. Se había perdido todo y hubo que volver a empezar de cero.
“Nos quedamos sin nada y empezamos de nuevo y de a poco pero siempre con empuje y con la ayuda de los mayoristas amigos. Jamás nos achicamos”.
HUMILDAD Y TRABAJO
MONTE LIRIO resurgió de las cenizas y su familia está convencida de que gran parte de ello fue gracias a la humildad, el persistente buen humor y el ángel de Jorge para hacer amigos.
“Vendía y me llevaba bien con todos los mayoristas y distribuidores. Venían todos los domingos a visitarme y eso era algo muy lindo. Hasta ahora seguimos llenos de clientes y amigos”.
La remontada sólo fue interrumpida por la crisis del 2001 que también trajo un mal momento familiar. Uno de los mayoristas más grandes al que MONTE LIRIO vendía el 70% de sus productos presentó convocatoria de acreedores y todos sus cheques resultaron incobrables. El momento se tornó aún más crítico cuando Jorge padeció un pico de presión y debió ser internado. Aquel fue un gran golpe para la empresa que a pesar de los cachetazos logró seguir adelante.
Con los años, Federico, el menor de la familia se decidió a continuar el camino de su abuelo y, tras estudiar ingeniería en alimentos, se sumó a la empresa para hacer crecer el legado de Jorge y Elsa. “Lo veo a él en la fábrica y me veo a mí trabajando. Revolucionó todo y es nuestro orgullo que siga los pasos de toda la familia”.
MONTE LIRIO hoy está en busca de nuevos rumbos que se adapten a los cambios del mercado y a una nueva manera de encarar la industria, sin embargo mantienen la misma base de pasión por lo que hacen.
Jorge, cargado de emoción, repasa el sendero recorrido y asegura: “Creo que tengo todos los sueños cumplidos. Cuando me levanto a la mañana y veo todo lo que hice con mi familia sin tener nada es lo máximo”.
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