“No quería tener jefes” Carlos Bustamante tenía tres hijos, 45 años, una carrera en una multinacional, un buen sueldo y de un día para el otro, renunció. Se fue a su casa y qué paso. Fueron 6 meses de angustia. De no salir de la cama. De no saber muy bien qué hacer.
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Hoy Carlos va a las escuelas y cuenta que lo suyo fue una locura. Un error, que a él le salió bien, pero que no lo imiten.
Él iba a buscar trabajo más para darle el gusto a su mujer que otra cosa. Pero iba sin ganas. El quería emprender. Hasta que un día, una conocida lo invito a sumarse a la empresa. Pero la experiencia duró poco. Y decidió fundar su propia empresa. Bueno, cuando la fundó apenas si era un emprendimiento en el fondo de su casa.
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Comenzó envasando aderezos, sin empleados más que su propia familia. Se levantaba a las 5 de la mañana, repartía, levantaba pedidos, cobraba, luego llegaba a su casa a producir los pedidos, para, al otro día, volver a empezar. Así estuvo 5 años.
Fue ganando clientes, sumando producción en el fondo de su casa y el fastidio de sus vecinos. Sí, tener una empresa en un barrio no es la mejor decisión. Pero cuando es la única opción, es la única opción.
Ellos seguían fabricando, negociando con los vecinos, pero llego un momento que ya era insostenible seguir ahí. Carlos dice que es un tipo con suerte, y que esa suerte lo llevo a estar en el momento indicado para ser uno de los elegidos para mudarse al parque industrial la Cantábrica.
Una vez allí, pudieron crecer y transformar una aventura con destino incierto en una empresa que trabaja para grandes como Mc Donalds.
La historia de Carlos es una historia en un millón que sale tan bien. O una historia en mil. Digamos mejor, una historia poco frecuente con final feliz. La enseñanza que nos deja la historia de Carlos es que antes de renunciar por impulso, mejor es planificar la salida y tener al menos un camino a seguir, mas sólido que solo desear “No tener más jefes”.
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