La compañía es fruto de una fuerte apuesta de vida que hicieron Fátima y Marcelo en el sur y que los mantuvo firmes pese a que un incendio devastador estuvo a punto de hacerlos claudicar.  En la actualidad cuenta con 3 locales y es una de las marcas más grandes a nivel calderas de Argentina.

UNA DECISIÓN DE VIDA

Fátima y Marcelo se conocieron en Buenos Aires. Ella había llegado desde Córdoba y trabajaba en una empresa de implantes capilares y él hacía lo propio en Aguas Argentinas. Con el tiempo se enamoraron, decidieron casarse y una vez afianzados como pareja, tuvieron una propuesta a través de un familiar de ir a trabajar a la provincia de Neuquén. Fue así como cansados de la rutina y el ritmo de la gran ciudad, resolvieron mudarse y comenzar a planear su futuro como familia en la Patagonia.

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Una vez instalados en el sur, Fátima consiguió trabajo en una clínica pero Marcelo apenas estuvo un tiempo en el suyo debido a ciertos incumplimientos en lo acordado previamente con la empresa. Su aventura por esas tierras recién empezaba y ya se les presentaba el primer obstáculo.

“Fue un problema porque no sabíamos que hacer. Mi mujer estaba embarazada de nuestra primera hija y arriesgarnos sin un capital económico era complicado pero decidimos hacerlo. No pensamos en volver a Buenos Aires”.

ANALIZAR EL MERCADO Y EMPRENDER

Su estadía en Neuquén les permitió observar que no había empresas que se dedicaran a proyectar una obra, proveer materiales e instalar. “Había muchos instaladores que no estaban inscriptos y las empresas grandes necesitaban contratar a una compañía que asegurara todo y que tuviera a sus empleados en regla”.  Marcelo y Fátima vieron ahí una oportunidad, un nicho, y hacia allí encararon su negocio.

Los pasos iniciales de INSTALACIONES PATAGÓNICAS fueron difíciles. Marcelo y su socio arrancaron solos y Fátima, por su parte, se ocupaba de la parte administrativa. Los días de trabajo eran interminables. De noche diseñaban con el AutoCAD y hacían los cómputos de materiales y a la mañana Marcelo trabajaba en la obra y Fátima en la clínica. Así pasaron con gran esfuerzo los primeros  años que también llegaron con su primer local.

“Alquilamos un taller mecánico sobre la ruta en Plottier y mi suegro, que es herrero, nos hizo una vidriera. Lo acomodamos más o menos y mi hermana Mónica se puso a atenderlo”, recuerda Marcelo.

El negocio empezaba a marchar pero con el tiempo se dieron cuenta que tenían que tener stock de materiales en el local. Sin embargo, el problema era que no tenían capital para comprarlo.  La solución, entonces,  fue convertir el local en un depósito que les permitía trabajar con constructores que congelaban precio pero no tenían lugar para acopiar mercadería.

“Teníamos un depósito con una fachada a la calle. El 80% era material de las obras que realizaban y a nosotros nos convenía porque lo hacíamos trabajar. Vendíamos, comprábamos y con las ganancias invertíamos en más productos. Eso nos permitió que el nombre se haga reconocido y que el mercado empiece a requerir de nuestros servicios”, coincide la pareja.

EL PEOR MOMENTO

Una mañana, mientras Marcelo y Fátima dormían en la casa que tenían lindera al depósito, escucharon el ladrido continuo de uno de sus perros. Se levantaron con temor de que sea un robo pero cuando llegaron al local se encontraron con un panorama desolador. Una inmensa cortina de humo se levantaba frente a ellos y destruía todo a su paso.

“Como era todo material inflamable. El incendio tomó y quemó todo el depósito y el local comercial. No quedó nada y por suerte no se nos incendió la casa. Fue un cuchillazo en el pecho. El peor momento que vivimos”.

Ese terrible episodio llevó a Marcelo a una profunda depresión. Fue allí donde surgió en el seno familiar la gran incógnita de qué hacer. De la noche para la mañana se quedaron sin nada, sumaron muchísimas deudas y hasta consideraron abandonar todo. “Estábamos descolocados pero pusimos la mente en frío y decidimos quedarnos y remarla”.

Lo que siguió tampoco fue fácil. El seguro que tenían del local no era contra incendio sino que sólo los cubría por robo por lo que recibieron muy poco dinero que usaron para hacer parte de la reconstrucción del local. Ese fue el punto de partida.

La gente del  Plottier, conmovida ante lo que les había sucedido, aportó su granito de arena y se dispuso a ayudar a la pareja a salir adelante.  “Venían a comprar cualquier cosa. Quizás ni las necesitaban pero sabían lo que había pasado y colaboraron”, pero no fueron los únicos. “Los proveedores que teníamos también se portaron muy bien. Nos repusieron la mercadería documentando la deuda pero con un plazo de pago prolongado que nos ayudó mucho. A partir de ahí empezamos a trabajar para pagar todo y seguir con la empresa en marcha”.

RESURGIR Y EXPANSIÓN

Así arrancaron otra vez de cero y, cuando lograron recomponerse, muchos clientes les pidieron que abran una sucursal en Neuquén para estar más cerca del negocio. Eso les permitía, además, estar más próximos a los edificios donde instalaban y hasta allí fueron.  “Era un local chico y con los pocos recursos que teníamos íbamos agrandándonos. Incluso después surgió la posibilidad de abrir un negocio en Cipolletti, Río Negro”.

La empresa se agrandaba con ello aparecieron ciertos roces entre Marcelo y Fátima y su socio en la parte operativa. “Teníamos formas diferentes de pensar. Nosotros queríamos reinvertir lo que ganábamos.  Entonces, decidimos separarnos. Él se fue de común acuerdo, le pagamos su parte y, a partir de ahí y gracias a un contexto económico favorable, pudimos crecer mucho en poco tiempo”.

COACHING Y MARKETING: CRECER DE LA MANO DE ESPECIALISTAS

Cuando la empresa pegó el salto y pasó los 25 empleados, Marcelo y Fátima vieron la necesidad de contratar a una coach para ayudarlos a estructurarse. Con sus conocimientos no sólo colaboró en ese aspecto sino que los guió en cómo capacitar mandos medios y delegar funciones para que, como dueños de la compañía, puedan centrarse en hacer buenos negocios e invertir bien.

Por otro lado, decidieron hacer una apuesta al marketing. “Trabajamos en el cambio de la marca y contratamos para eso a una persona idónea. Tuvimos un nuevo logo, colores diferentes, modificamos la estética del lugar y le dimos a la empresa algo que no veíamos  pero que ayudó mucho al crecimiento”.

MIRÁ LA HISTORIA DE INSTALACIONES PATAGONICAS  ↓


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