En los primeros tiempos la bombonería creció ya que el público que acudía al teatro Politeama los elegía a diario y a toda hora. Pero con el cierre inesperado del teatro la afluencia bajó y Bombonería Niza, como se llamaba en sus comienzos, se enfrentó a su primera crisis.
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La innovación fue lo que los caracterizó y lo que los salvó en varios momentos difíciles:
En 1978 hicieron una réplica del trofeo del mundial y se lo entregaron al goleador en el programa de Mirtha Legrand, Mario Kempes. Eso le dio un fuerte impulso al negocio, pero en 1980 estuvieron a punto de quebrar y tuvieron que dejar de vender solo chocolates y abrirse a vender otros productos. Hasta se caracterizaron por vender cerveza importada y latitas de colección.
La propuesta de elaborar chocolate a la vista, que siempre los caracterizó, fue el puntapié para salir de la crisis y la innovación llegó de la mano de la fabricación de un novedoso producto: tabletas de chocolate con mensajes escritos. Con un producto diferenciador vino el cambio de nombre y Bombonería Niza se convirtió en Bombonella.
Luego de superar varias crisis y aprovechando el envión comercial de su producto estrella, las tabletas escritas, apostaron al Pan Dulce de la Isla Martin García, para ampliar la oferta innovadora. Más tarde sumaron huevos con cuadros de famosos cantantes y artistas para la época de Pascuas.
Cuando las crisis eran nada más que malos recuerdos, y con su línea de productos innovadores habían logrado restablecer el negocio, Juan murió inesperadamente. Era el hijo de los fundadores.
Andrea, lejos de dejarse vencer por el dolor se puso al frente del negocio por Juan y por la hija de ambos. Como ella misma afirma “Tengo que abrir los todos los días, por la gente”.
Su fuerza radica en hacer lo que ama, por la gente, por Juan y por mantener un negocio que es su vida y que forma parte de la leyenda de la Avenida que nunca duerme.
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