Imagina que trabajas en una estación de servicio y que para que tu hijo se suba a la calesita, dependes de la propina, que le cuentas a tu familia que buscas emprender y te machacan todos los días que si lo haces, tu hijo se quedará sin comer.
Sin embargo, comienzas, pero las ventas no cubren los costos. Tu familia te dice “Viste, te dije, no emprendas”. Pero junto a tu mujer insistes, y el negocio comienza a crecer y un buen día decides renunciar a tu trabajo. Pero la presión familiar se te vuelve insoportable. Tanto, que ahora sos vos el que cree que todo se va a ir al demonio y que lo mejor es buscarse un empleo. Se lo cuentas a tu mujer, y ella te pone en una encrucijada: O emprendes conmigo o nos separamos. Y vos te miras al espejo y no sabes qué hacer. En la vida de los emprendedores, además de sobrevivir y reinventarse, irrumpen batallas inesperadas, incluso más dolorosas que la inflación y el dólar.
¿Vos que hubieras hecho?
Esta es la historia de Damián Olmedo y Melanie Asprea, el matrimonio que no llegaba a fin de mes, y que una complicación en la salud de su hijo los impulsó a emprender. Hoy, gracias a su negocio digital, venden sus infoproductos en más de 25 países y lograron el sueño argento de cobrar en dólares y vivir en pesos. Esta es la historia de Alma ancestral, y la aventura de sobrevivir a la economía argentina y lo más desafiante, superar la presión familiar. ¿Cómo lo lograron?
Alma ancestral es un negocio de venta de cristales y cursos de gemoterapia, o como se lo conoce popularmente, el uso terapéutico de la energía que proviene de las piedras, que nació como una página de Facebook y ahora tiene su tienda digital y física.
EL IMPULSO INICIAL
Damián no disfrutaba trabajar en una estación de servicio. Sentía, cada hora que pasaba, una presión sobre sus espaldas por hacer un trabajo que no lo hacía feliz. “Tenía horarios rotativos y trabajaba hasta 16 horas de corrido. No tenía feriados, fines de semana largos ni fiestas”, recuerda. Melanie, su mujer, trabajaba en una empresa multinacional en el sector de ventas y tampoco se sentía cómoda con lo que hacía. Además, eso afectaba su relación. “Trabajábamos muchas horas y casi que no nos veíamos. Entonces yo tenía el deseo dentro mío de hacer otra cosa pero no sabía bien a qué dedicarme”.
Ellos dependían de las propinas que juntaba Damián para poder ir a comer afuera, o comprarse un par de zapatillas. Pero todo empeoró cuando se enteraron que iban a ser papás.
“Mi plan por ese entonces no era emprender sino brindarle a mi hijo tiempo y cubrirle sus necesidades. No quería contar las monedas para ver si le podía dar una vuelta más de calesita”, cuenta Melanie.
Damián, en tanto, sufría cada instante de su presente laboral: “Yo sentía que era el que me tenía que sacrificar y esforzarme por mi familia pero no me daba la oportunidad de estar con ellos. Quería que no les falte nada pero les faltaba mi presencia y a mí eso me producía una depresión inmensa. Emocionalmente estaba destruido. No podía disfrutar nada”. Para él, algo tenía que cambiar.
UNA DIFICULTAD, UNA OPORTUNIDAD
Benjamín nació con un problema de salud. Tenía los lagrimales tapados y necesitaba una intervención. “No sabíamos qué hacer y como éramos padres primerizos, estábamos asustados. Si bien nos decían que era una operación sencilla, teníamos mucho miedo de hacerla y yo estaba convencida que no iba a suceder”, cuenta Melanie.
Un día una vecina les toca el timbre y al ver a Benjamín tan afectado, les ofrece hacerle reiki. Melanie estaba tan preocupada que le dijo que sí. Con esa práctica el bebé mejoró mucho y su evolución fue mucho más favorable pasados los días. “Ella nos propuso estudiar con su maestra y con Damián le hicimos reiki a nuestro hijo todas las noches mientras yo le daba la teta. Gracias a eso, nuestro hijo llegó al año con los ojos y la vista perfecta. Entonces vimos que eso funcionaba y pensamos que era por ahí. Era lo que nosotros estábamos buscando. Ofrecer un bienestar, una sanación. Y ahí empezamos con los cursos de terapias holísticas”.
EL DESAFIANTE COMIENZO
Cuando arrancaron con las terapias no tenían espacio físico en su hogar y necesitaban una logística especial para colocar la única camilla que poseían y que habían recibido como regalo. Al principio solo se presentaban amigos y, además, no tenían horarios disponibles porque seguían con sus otros trabajos. Pero en vez de resignarse, lo que hicieron Melanie y Damián fue escuchar a sus clientes para ver dónde estaba la verdadera oportunidad.
“Siempre nos gustó aprender sobre los cristales y yo llevaba piedras colgadas todo el tiempo”, relata Melanie. “Entonces la gente nos empezó a preguntar si las vendíamos y ahí tuvimos una idea. Nosotros jamás pensamos en tener una tienda de cristales e incluso no teníamos un peso para arrancar pero nos arriesgamos. Juntábamos las monedas de los vueltos en una cajita y con los primeros 100 pesos compramos un dije que vendimos en quince minutos. Imaginamos que podía ser por ahí porque nos apasionaba y eso nos animó pese a todas las frustraciones de antes”.
Cuándo arrancaron con Alma Ancestral, Melanie y Damián seguían trabajando en relación de dependencia y tenían poco tiempo para dedicarle al proyecto, pero fue un accidente laboral que obligó a Damián a quedarse en su casa de licencia y así ordenar los números. Ahí se dio cuenta que lo que habían armado podía rendir buenos frutos y decidió renunciar a la estación de servicio. “Obviamente me puse a mi familia en contra porque no entendían cómo no iba a tener un trabajo estable y me decían q me iba a morir de hambre”, se sincera. La pareja tenía ahora un doble desafío: por un lado, impulsar su negocio y, por el otro, demostrarle a sus seres queridos que era un emprendimiento serio.
“Al principio nuestro emprendimiento era muy precario, era todo por fotos de Facebook y no teníamos un lugar físico. La gente venía a casa a ver los cristales y lo que ofrecíamos no convencía al cliente. Entonces decidimos buscar algo más representativo nuestro y hacer foco en la forma de presentar los cristales mediante las fotos. Queríamos diferenciarnos de los demás y, de a poco, fuimos obteniendo más clientela”.
COMUNICAR MEJOR, VENDER MÁS
La forma en la que presentaban, comunicaban y vendían un producto fue uno de los secretos del éxito de Alma Ancestral. Melanie trabajaba en una empresa multinacional donde se usaba mucho el carrito de compras y eso le dio la idea de proponerle a Damián hacer una tienda online. “Pensé que estaba loca porque a la gente le gusta tocar y sentir antes de comprar, pero investigué si había alguna de cristales y no encontré nada. Entonces ella me dijo que íbamos a ser los primeros y que teníamos todo allanado. Yo me asusté pero como un buen equipo, fuimos para adelante”.
Sin embargo, las ideas disruptivas no funcionan de un día para el otro. En el camino hay que detectar los errores, cambiar a tiempo y volver a intentar. El primer obstáculo que tuvieron fue el de educar al público para que compre por la página. Eso los ayudaba a llevar un orden con el stock y la facturación.
“Los que más nos apoyaron fueron nuestros amigos. Ellos nos decían que teníamos que tener un lugar para vender los cristales y por eso le planteo a Damián hacer un showroom. Era una buena idea pero no teníamos plata para alquilar. Entonces pasó algo mágico. Me despidieron del trabajo junto con otras 22 personas. Mi jefe estaba muy apenado pero yo me empecé a reír y agradecerle. Lloraba de alegría porque lo único que veía en mi cabeza era el showroom”, explica Melanie.
CAMINOS SEPARADOS
Alma Ancestral tenía todo para crecer, pero en la vida de los emprendedores hay golpes que a veces vienen de donde menos se esperan. La familia de Damián seguía insistiendo en que su proyecto no tenía futuro y eso generó mucho conflicto en la pareja hasta el punto de llegar a la separación. Melanie siguió con el emprendimiento y él se alejó y empezó la búsqueda de un trabajo estable aunque él sabía muy dentro que no era lo que le gustaba y tampoco lo hacía feliz.
En ese contexto, el dueño del departamento donde alquilaban, decide no renovarles el contrato y Melanie volvió a la casa de su madre y Damián a lo de sus padres. “Lloraba todas las noches porque no estaba con mi hijo, extrañaba a mi mujer y no daba más”.
En esas circunstancias, contrataron el showroom pero era una habitación muy pequeña e incómoda. Melanie se confundió con las medidas de un mueble y tuvo que solicitar la ayuda de Damián. “Cuando vino a ayudarme, pudimos resolver el problema, hubo risas por la situación y él se enamoró del lugar. Ahí empezamos a recomponer la relación amorosa y comercial. Nunca nos habíamos dejado de amar sino que era un lío el tema laboral”.
UNA PLATAFORMA, MUCHAS SOLUCIONES
Otra vez juntos, comenzaron a crecer y lanzaron sus cursos pero un nuevo desafío mundial los hizo tambalear: la pandemia. “Decidimos mudar nuevamente el negocio a casa y trabajar desde ahí. Pero la gente compraba lo básico para la casa. No cristales”.
Necesitaban seguir dando cursos porque no querían perder la oportunidad de formar a personas para que se beneficien de los cristales. Eran la primera tienda online pero no podían ofrecer cursos grabados. “Entonces nos miramos y dijimos que no íbamos a permitir que otra vez se nos arruine todo. Ahí es donde empezamos a googlear y buscar algo que nos ofreciera lo que estábamos necesitando y fue cuando conocimos a Tiendup”, recuerda Damián. “Vimos que nos daba la posibilidad y oportunidad de grabar cursos de manera virtual y ofrecerlos. Y que la gente pudiera acceder y descargar los cursos como así también el material en PDF, entonces decidimos mudar toda nuestra tienda a Tiendup y empezar a cargar todos los cursos que teníamos. Por suerte nos fue bastante bien. Fue un crecimiento profesional muy grande”.
Por su parte, Melanie considera que “Tiendup nos permitió automatizar muchos aspectos que la otra plataforma no nos dejaba. Así escalamos nuestro negocio a niveles que no los imaginábamos. Pudimos ofrecer nuestros cursos a otros países, cobrar en dólares y nos abrió la posibilidad de poder expandirnos. Fue fabuloso. Algo que jamás pensamos. Todo el esfuerzo dio sus frutos”.
REINVENTARSE PARA TRIUNFAR
Melanie y Damián son dos luchadores y cada vez que estuvieron en el fondo siempre confiaron en ellos para encontrar las soluciones y no dejarse ganar por los problemas. El gran desafío que tuvieron no fue su negocio sino superar las críticas de la familia y, sobre todo, confiar en ellos y en el futuro que ellos habían planteado funcionaba.
“Hago un retroceso y veo todo lo que logramos y me veo totalmente reconfortado. Me siento bendecido e iluminado y es algo que no quiero dejar nunca porque es mi vida, me apasiona y me hace feliz”.
“Cuando me acuerdo de todo lo que pasamos me da tristeza porque vivimos situaciones muy difíciles y por otro lado me dan ganas de abrazarme a mí misma y decirme ‘gracias’ por no haber bajado los brazos”, concluye con mucho orgullo Melanie.