Su historia está marcada por el esfuerzo y la tenacidad de Abel, su creador, quien tuvo la habilidad de sortear diferentes crisis, sobreponerse a duras situaciones personales y presentar batalla en un país que no da respiro para llevar adelante una marca que hoy reúne a todos sus seres queridos.
PRIMEROS AÑOS MARCADOS POR DIFICULTADES
La infancia de Abel no fue como la de cualquier chico. Su niñez la vivió entre el miedo constante a ser desalojado de la casa que alquilaba con su familia y el cuidado que le brindaba a su padre quien había estado en rehabilitación por su adicción al alcohol. “Era una excelente persona pero era alcohólico y me tuve que ocupar mucho de él para salir adelante”, recuerda hoy.
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Esas situaciones lo obligaron a trabajar desde muy pequeño y a los 8 años decidió recorrer las calles para vender caramelos. Su tío le había dado una canasta llena que remató en poco tiempo para llenarse de entusiasmo y seguir con esa tarea hasta los 11 años cuando puso un kiosco para vender en la cancha de fútbol y en todos los eventos de la ciudad. Con su trabajo no sólo ayudaba a mantener a sus padres sino que alimentaba el deseo de algún día poder comprar su propio hogar.
Cuando tuvo 17 años, y mientras trabajaba en una fábrica, puso otro kiosco que se llamaba ‘Tiene Todo’ y que funcionaba muy bien. Eso le permitió marcar la casa y con los años construirla.
Al sueño de la casa propia se le sumó el de la familia. Abel conoció a Teresa, se casaron y más tarde vinieron los hijos. Claro que con ellos también llegaron las responsabilidades y algunos inconvenientes. “Atender el kiosco se había convertido en un gran problema pero como justo habíamos comenzado con la producción de miel, decidimos cerrar el kiosco y poner una casa de apicultura dónde vendíamos materiales e implementos a los apicultores mientras seguíamos con la producción el acopio de miel”.
LA PRIMERA GRAN CRISIS
Su negocio estaba en un buen momento pero llegó el “Rodrigazo” en 1975 y sus números cayeron en picada.
“Un lunes yo había comprado un equipo de materiales e implementos y había adelantado un 30% del valor. El jueves siguiente el Ministro de Economía por ese entonces anunció un 200% de aumento en los precios. Ese día fuimos a la fábrica de Chacabuco a buscar los materiales que ya le había vendido a mis clientes y me entregaron solamente un tercio de lo pedido. Tuve que pagar todo lo demás con un precio nuevo y eso me perjudicó mucho. Durante 3 años tuve que ir a trabajar sin cobrar porque era lo que había perdido en ese negocio pero estaba en juego mi reputación y preferí quedar bien con los clientes y perder el dinero”.
Mientras Abel y Teresa intentaban salir de ese terrible momento, ella comenzó un curso de manualidades en el cual aprendió a hacer cintos y carteras al tiempo que él la observaba con admiración por su constancia y perseverancia. Fue entonces que decidió viajar a Buenos Aires para comprar máquinas y al poco tiempo se convirtieron en fabricantes de cinturones. Sus productos los exhibían y vendían en las marroquinerías. Sin embargo, la aguda observación de Abel les abrió un nuevo nicho. “Vi que en la zapaterías se los podía vender también y que sólo se destina un 10% del negocio a los cintos y las carteras, entonces pensé en hacer zapatos”.
UNA MALA DECISIÓN
Ese fue el puntapié inicial para que la familia Morgado se inserte en el rubro del calzado pero al poco tiempo lo que era una gran apuesta, un gran sueño, estaba a punto de convertirse en la peor noticia.
“Una vez compré una cantidad importante de carteras que eran muy novedosas y salí a venderlas y fue todo un éxito, las coloqué en todas las tiendas. Entonces me fui a Buenos Aires y compré el doble pero cuando salí a ofrecerlas me encuentro con que ningún cliente las había podido vender. Ese fue un momento muy duro. Estaba muy preocupado porque eso me iba a llevar a la quiebra”.
Ante cada emprendimiento de Abel se sucedía una crisis que ponía en jaque su negocio. Sin embargo él nunca optó por rendirse y sus hijos valoran cada paso que dio para mantener a su familia. “Mi papá es una persona con mucho coraje. Nunca la tuvo fácil y siempre hubo miles de palos en la rueda pero una frase que lo identifica mucho es persevera y triunfarás”.
Eso es lo que hizo Abel quien se aventuró fuera de las fronteras de Buenos Aires para encontrar una solución a su negocio. “Un día me encontré con un señor de Buenos Aires que me dijo que ese tipo de carteras le gustaban mucho el turismo, entonces me fui a Puerto Iguazú, Misiones y a Bariloche. En esos lugares las pude colocar con mucha facilidad y eso me abrió la mente también para pensar en lo importante que era la frontera”.
ETAPA DE CRECIMIENTO
Ese pensamiento lo llevó a explorar nuevos horizontes. En el año 1995 un proveedor le mostró unos traba cordones con personajes de Disney que había importado de Miami y Abel pensó que quizás él también podría hacer lo mismo. De la misma manera prestó suma atención cuando vio un informe sobre China e imaginó futuros negocios con ese país.
Ellos empezaron a importar en plena década del 90 con la destrucción masiva de la industria argentina pero cuando se estaban consolidando en el mercado, les impactó la crisis económica del 2001. Una vez más, Abel tuvo que encontrar una solución y tras un “trato de confianza” con un vecino de su ciudad como él sintetiza pudo acomodarse a la realidad del país. Sumo productos importados, producción local y su propia marca AMASS comenzó su gran crecimiento.
“En el año 2005 decidimos ir por primera vez a China con mi hijo Gustavo a ver el mercado. El segundo año que fuimos compramos una máquina inyectora de 50 estaciones y fabricamos zapatos de hombre, botinetas, sandalias y mocasines. Eso nos ayudó a generar mucha mano de obra y hoy en día estamos trabajando en forma indirecta con 80 empleados y tenemos 20 de forma directa. Traemos la mercadería en partes y la ensamblamos acá”.
AMASS se convirtió en su primera marca deportiva y la que más los identifica gracias al toque personal que pueden imprimirle a cada uno de sus productos. Tiene presencia a nivel nacional gracias al esfuerzo de todos los que allí trabajan y a los clientes que ayudaron a convertirla en una marca de medio precio reconocida.
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