Mientras estudiaba en la facultad un compañero le ofreció la posibilidad de un negocio por aquel entonces innovador: la fabricación de los blíster para remedios. Para él, era la oportunidad de escapar del negocio familiar y montar su propio emprendimiento.
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Cuando todo estaba en marcha, la Argentina cerró las exportaciones y Carlos frente a la dificultad decidió “construir” él mismo la máquina tan necesaria.
A los 6 meses empezaron a producir y el éxito fue inmediato. No sólo fabricaban blísters sino también las máquinas necesarias para que su negocio creciera.
La misma situación que pareció complicar su emprendimiento al principio, se revirtió y con las exportaciones abiertas llegó la competencia, bajando la rentabilidad de su negocio.
Había que reinventarse: a la línea de producción de blísters sumaron la fabricación y venta de las máquinas. Esas dos líneas le permitieron salir adelante, hasta que el mercado se saturó.
Dentro del contexto de crisis, los socios se separaron y Carlos, ayudado por sus hijos, abrió una nueva unidad de negocio: el laboratorio.
El contexto del país no ayudaba y el mejor camino fue exportar, decisión que rápidamente encaminó a la empresa hacia el éxito.
Blispack, empezó una nueva etapa: el traspaso natural de mando de la primera generación a la segunda.
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