CELSIUS es un centro educativo que nació en la ciudad de Córdoba y brinda formación profesional y capacitaciones en oficios técnicos. Cuenta con más de 40 cursos y por sus aulas ya pasaron más de 50 mil alumnos que al igual que Hugo, su dueño y creador, tienen el sueño de progresar y la ambición de un proyecto propio para poder salir adelante. Él no se dio por vencido ante el primer fracaso. Apostó, se la jugó y nunca abandonó su gran objetivo. Hoy su empresa afronta un proyecto de expansión ambicioso y busca llegar a cada rincón del país para que otros tampoco pierdan la esperanza.

UNA DECISIÓN EQUIVOCADA

Cada día que pasaba arriba del remis de un lado para el otro, inmerso en el tráfico, recorriendo incalculables kilómetros, Hugo se preguntaba cuándo llegaría el momento de poder tener su propio proyecto. Lo soñaba, lo anhelaba y repasaba una y otra vez en su cabeza cómo sería.
Estuvo en las calles 8 años hasta que le surgió la posibilidad de hacer un emprendimiento gastronómico.

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“Para poder hacerlo decidí vender todo de un día para el otro pero duró poco. A los 8 meses me quedé sin nada. No tenía experiencia y me metí por la necesidad de hacer otra cosa”, recuerda Hugo con cierta tristeza.

Fue un momento muy difícil y decepcionante que le tocó atravesar junto a su mujer y sus hijas. Tuvieron que sacar préstamos para pagar el alquiler de su hogar y el colegio de las menores. Todo se hacía cuesta arriba y la angustia se apoderaba de Hugo.

Fueron dos o tres días de estar tirado en la cama depresivo. Tenía mucha frustración y pensaba que había cometido un error”.

VOLVER A EMPEZAR

Sin embargo, no había tiempo para lamentarse. Hugo tenía que ponerse de pie y arrancar otra vez, por él y por su familia. Fue entonces que decidió volver a lo que sabía hacer bien. De la mano de un amigo que tenía un vehículo y buscaba un chofer para el turno noche, volvió a recorrer las calles de la ciudad con el firme deseo de emprender nuevamente algún día.

“Siempre tuvo la idea de progresar y de querer tener algo de él, ser el dueño de su propia empresa. Él quería salir de la vida del remis y en una de esas tantas noches manejando se encontró con un amigo que estaba reparando aires acondicionados y tomó la decisión de estudiar”, rememora su mujer.

Por esos tiempos la venta de equipos de refrigeración era furor y Hugo hizo un gran esfuerzo para pagar el elevado costo del curso porque vio una oportunidad. Su pálpito fue acertado porque a los tres meses comenzó a trabajar en ese rubro. Dedicaba sus noches a manejar y las mañanas a reparar artefactos en casas.

DE REMISERO A PROFESOR Y EMPRESARIO

Con el correr de los meses, Hugo y su profesor, Javier, se hicieron amigos y más tarde colegas gracias a una vacante de docente que surgió en el instituto y que sería el gran puntapie para todo lo que vendría después.

“Me encontré en el primer día de clases adelante de 20 alumnos y como había sido uno de ellos me ponía en su lugar. El curso en principio tenía muchas falencias porque no había elementos de práctica y teníamos pocas herramientas. Ahí pensé que eso se podía hacer mejor y entonces pensé en hacerlo yo”.

Sin miedo a equivocarse, Hugo dejó el instituto y se lanzó de lleno a esa nueva etapa con su socio. El primer desafío fue encontrar un lugar donde poder armar un aula para brindar los cursos. Su gran obstáculo era que no contaban con fondos.
Sin plata pero con muchas ganas e ideas, alquilaron un taller que les brindaba un espacio para poder montar sus cursos. Publicaron un aviso en el diario y así arrancaron. “Cada día de clases nosotros alquilábamos las sillas y al otro día las devolvíamos. Al cabo de cinco semanas habíamos juntado 40 personas”.

CRECIMIENTO Y PROBLEMAS

Poco a poco empezaron a crecer y a sumar nuevos cursos de oficios que los obligaron a mudarse en dos ocasiones no sin algunos inconvenientes en el medio.

“En un momento llegamos a tener 4 sedes y empezamos a tener algunos problemas administrativos. Crecimos muy rápido, teníamos mucha gente y en el año 2016 dimos con un edificio de 3 pisos que estaba destruido y yo pensé que era la solución para centralizar todo”.

Ese fue el gran salto de CELSIUS. Sin embargo, tanto crecimiento generó algunos chispazos internos. Hugo y Javier eran socios y amigos pero tenían una visión del negocio diferente que los estaba enfrentando y sacando el foco. Ya no había diálogo entre ellos, tomaban decisiones apresuradas y la empresa corría peligro.
Ante esta situación, decidieron sentarse un día a charlar y acordaron que uno de los dos tenía que abandonar la sociedad para poder seguir adelante.

Fue triste porque habíamos pasado de todo juntos y el negocio nos fue llevando eso. Decidimos que Javier iba a dar un paso al costado y se iba a dedicar a lo que realmente le gustaba que era el mantenimiento industrial y yo seguía con CELSIUS“.

FUTURO PROMISORIO

A pesar de los constantes vaivenes económicos que atraviesa el país, Hugo reconoce que su instituto siempre fue a contramano de las crisis.  “Mientras más problemas hay, más la gente quiere capacitarse“. Ante este panorama, Hugo pensó en replicar CELSIUS en todo el país a través del sistema de franquicias que arrancó hace dos años. Su nuevo sueño es que la gente pueda experimentar lo que le pasó a él.

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